En términos económicos, el mercado legal mundial está cercano a un trillón de dólares según Research and Markets, y es por tanto, uno de los mercados más importantes. A pesar de esto permanece fuertemente sub digitalizado. A nivel corporativo la tecnología ha apoyado casi todas las funciones: ventas, operaciones, marketing, recursos humanos, estrategia o compras. Sin embargo, en el área legal, se sigue usando Word y ocasionalmente Excel como principales herramientas tecnológicas. La mayor parte del trabajo se sigue hace de forma manual.
En los últimos años la Inteligencia Artificial (IA) ha generado mucho ruido e incluso se han llegado a tener visiones casi apocalípticas como la de James Barrat en su libro “Our Final Invention” (Nuestra última creación), pronosticando que la humanidad no podrá sobrevivir al lado de una inteligencia que eclipse la nuestra. Incluso, Andrés Openheimer en su libro “Sálvese quien pueda” indica que esto ya está pasando, con hoteles en Japón que se atienden casi solos –con una mínima intervención humana. En este artículo exploraremos qué tanto de esto es cierto en el derecho, y si es cierto que los abogados podrían ser reemplazados por esta inteligencia superior.
En primer lugar, la IA se define como: la ciencia y la ingeniería para hacer máquinas inteligentes, o en términos más sencillos “tecnología cognitiva”. Existen múltiples ramas tales como: Procesamiento Natural de Lenguaje (NLP), traducción comprensiva, clasificación y agrupación y extracción de información. Todos tienen claramente un potencial de tomar partido en el derecho. Sin embargo, es importante plantear una clasificación más general: IA fuerte e IA débil. Mientras que la primera habla de la posibilidad de razonar, representar conocimiento, planear, aprender, comunicarse en lenguaje natural e integrar todas estas habilidades hacia una meta específica, la segunda está más concentrada en solucionar problemas específicos, de un contexto concreto y usualmente más simple.
Específicamente en derecho, los avances actuales son de tipo IA débil, debido a que necesita de un experto –un humano, posiblemente abogado– que prepare la información en el formato que el motor computacional la requiere, solicite el procesamiento, tome el resultado y genere una interpretación para la toma de una decisión en el mundo real. Esto no se debe menospreciar, de hecho, ya estamos presenciando una gran revolución al respecto. Vamos a mostrar a continuación algunas de las aplicaciones que ya existen.
Análisis de contratos
Muchas de las interacciones humanas se terminan viendo reflejadas en un contrato, y en la medida en la que avanzan las tecnologías tipo Procesamiento Natural de Lenguaje (NLP) , aparecen cada vez más avances que son capaces de procesar grandes cantidades de contratos, señalar las partes más riesgosas, establecer una exposición general de responsabilidad de cada parte e incluso sugerir cambios específicos o evidenciar falencias. Algunos de los ejemplos son Lawgeex, Klarity, Clearlaw o LexCheck. La labor del abogado aquí será menos descriptiva ya que tendrá que aprender a interpretar el resultado numérico que arroja la máquina, y decidir cuándo acepta sus sugerencias, –las cuales vienen de una base de conocimiento electrónica– o cuando prefiere redactar su propio ajuste.
Análisis generalizado de contratos
A gran escala, para una empresa o una entidad, es más difícil entender la suma de todas sus obligaciones, el nivel de riesgo o exposición que tiene y la vigencia de estas. Este tipo de tecnologías, podría hacer una evaluación completa de todos los contratos y definir de forma gráfica la situación total de la empresa. Algunos ejemplos de estas tecnologías son Kira Sistems, Seal Software, Lexion, Evisort, Paperflip. La labor del abogado aquí se enfocará más en tomar este resultado y definir acciones que debe tomar la compañía anticipándose a un conjunto de obligaciones que se vencen en cierto momento o estableciendo políticas para disminuir el nivel de riesgo al que está expuesta la entidad en futuros contratos.
Predicción de Litigios
Los expertos han venido trabajando en algoritmos capaces de prever el resultado de un litigio. Esto permite a las diferentes partes tomar decisiones acertadas sobre acuerdos o conciliaciones previas a ir a los juzgados, o qué tantos recursos utilizar en un litigio. Los avances aquí aparentan ser impresionantes, ya que han sido acertados entre un 70% y un 79%, mientras que los expertos humanos tienden a tener un 55% de efectividad. Sin embargo, estos estudios se han hecho en áreas específicas, como derechos humanos o casos relacionados con alguna corte particular, es decir: contextos muy concretos. Algunos casos son Blue J Legal y Legalist. La labor del abogado aquí será entender el resultado que está dando la herramienta y tomar decisiones sobre la estrategia para afrontar el caso y/o hacer ajustes menores sobre la marcha.
Otras aplicaciones pueden ser investigación general o la debida diligencia (due diligence), en donde se facilitarán las labores del abogado ya que ya no serán simplemente buscadores textuales, sino que los algoritmos pueden entender relaciones entre conceptos y por tanto traer resultados más relevantes, disminuyendo así la labor manual del abogado.
Aquí ya vemos un patrón claro, el abogado se enfocará menos en tareas manuales y tediosas revisiones detalladas, estas labores van a ser adelantadas o facilitadas por la IA y el abogado se enfocará en la verdadera toma de decisiones y por tanto, su labor en el día a día será más sofisticada. En especial, el humano deberá entender los sesgos que puede tener la tecnología: la forma como el programador lo diseñó o el conjunto de datos con el cual se entrenó el motor inteligente.
A pesar de todo esto, es importante, no subestimar los avances tecnológicos. El mejor predictor en este caso ha sido la ley de Moore que dice que la capacidad de la tecnología se duplica cada 18 a 24 meses. Esto quiere decir que en una década es la tecnología será unas 32 veces más poderosa de lo que es hoy. En el caso del derecho, donde la tecnología ha tenido poca participación, podríamos ver grandes avances en los próximos años.
Y entonces, ¿cómo me debo preparar?
Los abogados tendrán que ser aún más integrales ya que tendrán que entender no sólo sobre derecho, y el área particular de aplicación: civil, laboral, penal, etc., sino también la tecnología. Esto debido a que, si entiende cómo es el proceso cognitivo, puede identificar errores o puntos de mayor atención.
Los reclutadores y las empresas en general, buscarán cada vez más abogados que tengan la mente abierta, que estén dispuestos a usar nuevas herramientas y que tengan curiosidad por aprender sobre tecnología, entenderla, usarla e incluso mejorarla. Un abogado (idealmente) tiene que ser creativo, imaginativo y ser capaz de entender contextos completos filtrando con inteligencia qué es ruido y qué es información real. Estas habilidades serán ahora más importantes ya que son las más difíciles de imitar por una máquina.
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